Bajo las ruinas, la tierra sigue latiendo
(Palestina, 2025)
He dejado de mirar las noticias durante días. No porque no me importe, sino porque me rompe. Porque hay un punto en que las imágenes dejan de ser imágenes y se convierten en puñales. Pero vuelvo, siempre vuelvo, como se vuelve a una herida que nunca cerró del todo.
En Gaza ya no hay calles, solo polvo. Ya no hay infancia, solo nombres en listas imposibles. Porque sí, son nombres, no números impersonales.No quedan hospitales y no quedan abrazos solo una sucesión de cifras que intentan contar lo incontable.
La civilización —esa palabra hueca que Occidente pronuncia como un rezo sordo— calla. Mira a otro lado o lo justifica todo en nombre de una historia escrita con sangre ajena. No es nuevo, solo es más obsceno.
Mientras escribo esto, hay una madre buscando los restos de su hija bajo los escombros. Mientras me detengo en cada frase, alguien muere sin que nadie escuche su grito desgarrado. No lo sabré. No saldrá en el telediario. Pero está ocurriendo, ahora.
Hay niños que mueren de hambre.
Hay abuelas que entierran tres generaciones en una sola tarde.
Hay cuerpos que se volatilizan sin dejar rastro.
Y todavía hay quien dice que no es tan grave, que es complejo. Incluso que es necesario.
Desde este lado del mundo todo es más cómodo. Podemos discutir, podemos teorizar, podemos incluso comer y olvidar por unas horas.
Allí, no.
En Palestina, no hay tregua para la memoria. El dolor no se archiva y el amor tampoco. La dignidad, bajo las bombas, aún se levanta. El pueblo no se rinde, porque rendirse sería traicionar a los que ya no están.
Y eso es lo que más teme el Sionismo: que los que sobreviven sigan cantando, que los que quedan vuelvan a sembrar, que los que lloran no olviden.
Yo no sé si escribir sirve de algo, pero me niego a callar, porque guardar silencio es una forma de colaborar. Porque señalar es un pequeño acto de insurrección.
Y si este texto llega, aunque sea como un eco, aunque sea como una brisa que cruce el mar, que sepan que no están solos. Que aquí, entre esa "civilización", también arde Palestina.
Y que no dejaremos que el mundo pase página como si nada.
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