¿Podremos pensar (y sobrevivir) ante el fin de la historia?
Vivimos en un presente suspendido. El siglo XXI parece no avanzar: repite los gestos, las crisis y las promesas del anterior. La historia, según Francis Fukuyama, habría terminado en los noventa con la victoria del liberalismo; pero lo que realmente concluyó fue la posibilidad de imaginar algo distinto. Desde entonces, el mundo funciona como una máquina de reproducción infinita: de imágenes, de deudas, de trabajo precario, de catástrofes climáticas. Todo se acelera y, sin embargo, nada cambia. En esta parálisis dinámica, pensar se ha vuelto un acto de resistencia. El pensamiento crítico se enfrenta al mismo obstáculo que intenta describir. Cada intento de ruptura es absorbido, reciclado, estetizado. Las redes, los algoritmos, la cultura del rendimiento y la autoexplotación convierten la crítica en mercancía. Incluso la desesperación se monetiza. Pero el problema no es solo político o económico: es ontológico . Hemos internali...