El principio del final del Antropoceno era eso: Un proceso en cadena


Reviso hace poco, la impresionante película "Hijos de los hombres" (Children of men) de Cuarón, creo recordar que del 2006, y me estremece el parecido que tiene, cada vez más y más con el presente y el futuro del capitalismo tardío; me explico.

Sobre este film ya habló en su día Fisher en su blog "K-punk", pero si la distópica presentación que se nos hace de la Inglaterra próxima en el final de los 2000, y en plena crisis económica global, ya era aterradora y muy predictiva, en pleno 2022 parece incluso más cercano, con gobiernos autoritarios en todo el planeta, con un Londres que recuerda al Whitechapel del siglo XIX, pero en vez de prostitutas, mendigos, y Jack the Ripper, hay coches oxidados, anuncios del gobierno llamando a delatar a los inmigrantes ilegales, ladrones y policías de gatillo fácil, campos de refugiados (por llamarles algo, ya que se ven a extranjeros metidos en jaulas), paramilitares y grupos terroristas,... Podríamos aproximarlo a "V de Vendetta", pero mucho más sucio, mucho más duro y cruel, mucho más realista. Y encima tenemos el fantasma destructor de que desde hace 14 años, la población es estéril, y bajo esa premisa, se nos presenta el argumento. No nacen niños, ninguno, en nigún país del globo. La extinción acecha, continuamente, la especie humana está ya condenada a unos cuantos años, y después desaparecerá en un rastro de destrucción y de ciudades en ruinas por las guerrillas.

Por poner un ejemplo, el problema de la inmigración ilegal, que en la película se plantea con esos campos de refugiados, esa persecución casa a casa, esa carencia de derechos humanos y ejecuciones en masa, puede parecer una locura, pero ahí tenemos a Boris Johnson como primer ministro planeando una ley, precisamente para deportar a todos los inmigrantes ilegales a campos de refugiados en Ruanda. Así empiezan los exterminios, o eso nos ha enseñado la historia. 

Curiosamente, al inicio del film, se ve en una pantalla imágenes de disturbios y revueltas en todas las capitales del mundo que sucedieron anteriormente, e incluso se hace una mención a Madrid, y a cómo rescataron, en lo que llaman "el Arca del Arte", dependiente del Ministerio de Cultura británico, varios Velázquez y varios Goyas, así como el Guernica de Picasso, que como una ironía reposa en el despacho del ministro inglés. "Aquello fue una masacre...", llega a decir el mismo actor que lo representa. La idea de que en un evento a escala mundial, nosotros, los españoles, no acabáramos bien parados no es nueva. 

Y aquí entra lo más inquietante. Cómo una ciudad portuaria inglesa (Bexhill, en el condado de Essex), un pueblecito de lo más rústico y vacacional, típico del Reino Unido, y donde lo vemos convertido en una actual Mariúpol, Severodonestk, Lugansk, o cualquiera otra ciudad del Dombás ucraniano de la guerra que vivimos actualmente; edificios en ruinas, civiles siendo masacrados por el propio ejército inglés, refugiados intentando esconderse en las esquinas, y una resistencia que pierde la sangre esquina a esquina. Es terrible lo mucho que se parece esa profecía cinematográfica a nuestro día actual. Sólo que en vez de ser Inglaterra en la cinta, es Ucrania en el mundo real. Es Siria, es Turquía, y otros tantos ejemplos. 

Por suerte, la esterilidad humana global no ha llegado, pero las pandemias se aceleran, y tarde o temprano llegará ese algo, lo otro, lo extraño, como lo definen los filósofos del Realismo Especulativo, que nos pondrá ante el fin de la especie y el exterminio, y cada vez parece más cercano, gracias al todopoderoso neoliberalismo, al consumo desmesurado, a la destrucción del clima, de los recursos... Siempre hemos querido pensar que el capitalismo se regula sólo, como siempre han dicho los grandes liberales, pero tiene un fin, y debería de ser la superación de tal sistema por otro más respetuoso, más libre y más sostenible, pero me temo que se parecerá más a un erial plagado de muertos al que ahora llamamos Tierra. Nuestra cuenta atrás empezó hace ya tiempo, el problema es que no somos aún conscientes.

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