Psicopolítica y subjetividad: cómo romper con la captura de la atención en la era de la economía de datos
El poder contemporáneo ya no se organiza únicamente en términos disciplinarios (Foucault, 2009 [1975]), ni siquiera biopolíticos. Como advierte Byung-Chul Han, asistimos al auge de la psicopolítica, un régimen en el que la dominación se interioriza y se experimenta como libertad: “el neoliberalismo es un sistema de autoexplotación voluntaria” (Han, 2014, p. 15).
La atención se convierte así en el recurso central de extracción. Plataformas como Meta, TikTok o Google no ofrecen únicamente servicios: constituyen máquinas de captura psíquica que transforman la percepción en materia prima. Bernard Stiegler lo denominó una “proletarización de la atención”, donde la capacidad de habitar el tiempo se externaliza en dispositivos técnicos (Stiegler, 2010). La lógica de la economía de datos —en la que cada clic, búsqueda o desplazamiento de pantalla es registrado— convierte al usuario en productor involuntario de valor.
Shoshana Zuboff (2019) lo nombra “capitalismo de vigilancia”: un modelo que no solo predice conductas, sino que pretende moldearlas. Lo que se mercantiliza no es simplemente la atención, sino la subjetividad misma, anticipada, modulada y gobernada mediante algoritmos.
Subjetividad bajo captura: del sujeto neoliberal al sujeto algorítmico
La figura del sujeto neoliberal descrita por Foucault en sus Cursos del Collège de France (2007) —un individuo-empresa responsable de su capital humano— se transforma en lo que podríamos llamar un sujeto algorítmico: un agregado de datos cuya identidad se construye a partir de métricas y patrones de comportamiento.
La experiencia vital se traduce en perfiles y “dobles de datos” (Haggerty & Ericson, 2000), capaces de predecir consumos, elecciones políticas o estados afectivos. Franco “Bifo” Berardi señala que este modelo produce un nuevo malestar psíquico: “la aceleración de la infosfera impide la elaboración consciente de la experiencia” (Berardi, 2017, p. 33). El resultado es una subjetividad marcada por la ansiedad, la compulsión y la incapacidad de sostener proyectos colectivos a largo plazo.
Mark Fisher lo resumió con precisión: “la depresión de la imaginación política” (Fisher, 2009) es efecto directo de un régimen donde la temporalidad del capital financiero impone lo inmediato, colonizando tanto el presente como la capacidad de proyectar futuros.
Estrategias de ruptura: micro-saboteos y contrainfraestructura
Ante este panorama, la resistencia no puede limitarse a la desconexión individual. Como observa Han (2014), la psicopolítica se nutre precisamente del deseo de autooptimización; por tanto, “apagar” o “reducir consumo” no altera la lógica estructural. Es necesario pensar en tres niveles de contraestrategias:
Tácticas culturales y micropolíticas. El shitposting, el uso de bots poéticos, la práctica de identidades colectivas o distribuidas son ejemplos de ruido estratégico que deteriora la trazabilidad algorítmica (Phillips & Milner, 2017).
Tecnologías contracapturadoras. Herramientas de obfuscación (Brunton & Nissenbaum, 2015), navegadores que generan ruido de metadatos, o plataformas federadas como Mastodon constituyen intentos de construir un ecosistema digital donde la atención no se traduzca automáticamente en valor mercantil.
Medidas institucionales y legales. Desde la defensa del derecho a la desconexión hasta la auditoría ciudadana de algoritmos, pasando por modelos de gestión colectiva de los datos como recurso común (Couldry & Mejias, 2019).
Estas tres dimensiones —cultural, técnica y política— se refuerzan mutuamente. Un simple enfoque individualista es fácilmente absorbido; en cambio, la articulación entre prácticas culturales y regulaciones colectivas abre posibilidades de ruptura real.
Más allá del individuo: subjetividad transindividual y común
El capitalismo de datos se sostiene sobre la individuación permanente: segmenta, perfila y organiza poblaciones a partir de comportamientos cuantificados. Romper con esta lógica implica pensar en una subjetividad transindividual, como propone Gilbert Simondon (2009): un yo que no se reduce a la suma de datos, sino que emerge en relación con los demás.
Aquí resuenan las tesis del xenofeminismo, que plantea la alienación no como pérdida, sino como recurso político: “si la naturaleza es injusta, cambiemos la naturaleza” (Laboria Cuboniks, 2015, p. 13). Del mismo modo, si el yo neoliberal está capturado, su fragmentación puede convertirse en arma. Identidades colectivas, anonimato compartido, prácticas de autoría múltiple y la creación de subjetividades no rentables son modos de resistir a la individuación algorítmica.
El riesgo, sin embargo, es claro: la disolución del yo puede ser cooptada como nueva forma de explotación colectiva (ejemplo: el crowdsourcing). De ahí la necesidad de acompañar estas mutaciones subjetivas con infraestructuras de cuidado y formas democráticas de gobernanza de la identidad.
Horizontes post-capitalistas: la atención como bien común
Un proyecto emancipador no puede limitarse a mitigar daños: requiere imaginar un horizonte post-capitalista en el que la atención se instituya como bien común.
Stiegler (2010) habló de la urgencia de una economía contributiva: un modelo en el que el tiempo de atención no se reduzca a recurso mercantil, sino que se organice en estructuras colectivas de creación y cuidado. Esto implica:
Institucionalizar tiempos comunes (derecho al ocio creativo, reducción de la jornada, protección de ritmos cognitivos).
Desarrollar economías de la visibilidad no mercantil (plataformas cooperativas de curaduría, residencias públicas de creación).
Implementar programas de educación atencional que enseñen a cultivar modos de percepción profundos y colectivos, en contraste con el entrenamiento compulsivo de las plataformas.
La utopía aquí es una ecología de la atención (Citton, 2017), donde el tiempo no se captura, sino que se comparte. El verdadero sabotaje no consiste en retirarse, sino en fundar infraestructuras que permitan imaginar, cuidar y proyectar colectivamente fuera de la lógica del dato.
La economía de datos no solo monetiza la atención: produce subjetividades. La psicopolítica neoliberal coloniza el tiempo psíquico, configurando individuos autoexplotados, ansiosos y orientados al corto plazo. Romper con esta captura exige tácticas de sabotaje cultural, herramientas técnicas de obfuscación y marcos legales que limiten la extracción. Pero, sobre todo, requiere imaginar nuevas formas de subjetividad colectiva y diseñar instituciones que reconozcan la atención como bien común. Solo entonces será posible abrir horizontes post-capitalistas donde la imaginación política deje de estar paralizada y la subjetividad se emancipe de la lógica algorítmica.
Berardi, F. (2017). Fenomenología del fin. Caja Negra.
Brunton, F., & Nissenbaum, H. (2015). Obfuscation: A User’s Guide for Privacy and Protest. MIT Press.
Citton, Y. (2017). The Ecology of Attention. Polity Press.
Couldry, N., & Mejias, U. (2019). The Costs of Connection: How Data is Colonizing Human Life and Appropriating It for Capitalism. Stanford University Press.
Fisher, M. (2009). Capitalist Realism: Is There No Alternative? Zero Books.
Foucault, M. (2007). Nacimiento de la biopolítica. Fondo de Cultura Económica.
Foucault, M. (2009 [1975]). Vigilar y castigar. Siglo XXI.
Haggerty, K. D., & Ericson, R. V. (2000). “The Surveillant Assemblage”. British Journal of Sociology, 51(4), 605–622.
Han, B.-C. (2014). Psicopolítica. Herder.
Laboria Cuboniks. (2015). Xenofeminism: A Politics for Alienation. Disponible en: http://www.laboriacuboniks.net/
Simondon, G. (2009). La individuación a la luz de las nociones de forma y de información. Cactus.
Stiegler, B. (2010). Taking Care of Youth and the Generations. Stanford University Press.
Zuboff, S. (2019). The Age of Surveillance Capitalism. Profile Books.
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