TikTok y la estética del colapso

Una joven baila frente a un amanecer pixelado, su pantalla brilla mientras incendios forestales y guerras consumen la realidad detrás de la ventana. TikTok no es un refugio, sino un simulacro del apocalipsis. En este espacio de videos breves y ritmos virales, la devastación se convierte en trasfondo, un escenario estético que amplifica su atractivo. Las llamas y el humo ya no son advertencias de un futuro en crisis; son parte del paisaje visual que acompaña coreografías y tutoriales de maquillaje. TikTok no oculta el colapso, pero lo banaliza, lo recicla en contenido y lo transforma en una experiencia consumible. ¿Qué significa habitar un mundo donde el apocalipsis ya no es una amenaza, sino una tendencia?

La máquina del presente continuo

TikTok opera como una máquina que captura y recodifica el tiempo. A diferencia de otras plataformas sociales, su diseño no permite una navegación consciente hacia el pasado o el futuro: no hay líneas de tiempo, solo un flujo interminable de videos seleccionados por un algoritmo que optimiza cada momento para retener nuestra atención. Este modelo temporal desactiva la percepción del tiempo lineal y nos sumerge en un presente continuo, una experiencia donde cada instante se agota en su consumación inmediata.

Mark Fisher describió el "realismo capitalista" como una sensación de que no hay alternativa al sistema actual. TikTok lleva esta premisa un paso más allá, colonizando no solo el espacio económico y cultural, sino también el tiempo psíquico. En este ecosistema, el pasado se desintegra en fragmentos nostálgicos y el futuro se reduce a un ciclo de repeticiones microcoreografiadas. La aplicación convierte el tiempo en mercancía, fragmentándolo en clips de 15 segundos que nos mantienen atrapados en un estado perpetuo de espera.

TikTok como ritual hipersticional

Para entender la función especulativa de TikTok, es necesario invocar el concepto de "hiperstición" desarrollado por la CCRU. Una hiperstición es una ficción que se convierte en realidad al ser creída; una profecía que se autocumple al influir en el comportamiento colectivo. TikTok, más que una red social, opera como un ritual hipersticional que condiciona a sus usuarios a habitar el colapso ambiental y social como una estética cotidiana.

En esta plataforma, los signos del desastre —el humo de los incendios, las inundaciones, las noticias sobre temperaturas récord, las bombas y genocidios tolerados— se mezclan con bailes y retos virales. El colapso ya no se experimenta como una interrupción de lo normal, sino como parte de la "normalidad" misma. La estetización de estas crisis no genera acción, sino complacencia. Cada video contribuye a un loop de 15 segundos que entrena a los usuarios a aceptar la inminencia del desastre sin resistencia.

TikTok también actúa como una máquina de producción subjetiva. Los usuarios no solo consumen contenido, sino que también lo producen, replicando tendencias y algoritmos emocionales que perpetúan esta estética del colapso. El ciclo de creación y consumo se convierte en un acto ritualizado, donde el tiempo no progresa, sino que se recicla infinitamente.

La mente atrapada en el loop

El diseño de TikTok también tiene implicaciones profundas para la psicología de sus usuarios. La exposición constante a un flujo interminable de contenido fragmentado puede erosionar la capacidad de atención, reduciendo la habilidad de los individuos para enfocarse en tareas prolongadas o procesar información compleja. Además, la estetización del colapso genera una sensación de impotencia colectiva: las crisis ambientales y sociales aparecen como telones de fondo que, aunque alarmantes, son percibidos como inevitables.

Esta dinámica también refuerza un ciclo de dopamina: el contenido breve y viral activa recompensas inmediatas, creando una adicción al scrolling que dificulta la desconexión. La sensación de "perder el tiempo" o de no tener control sobre el consumo refuerza estados de ansiedad y alienación, atrapando a los usuarios en una paradoja donde buscan distracción de un colapso que, al mismo tiempo, interiorizan y normalizan.

Un loop infinito de 15 segundos

El apocalipsis ya no es futuro: es un loop infinito de 15 segundos. TikTok no nos permite escapar del colapso, pero nos enseña a bailar en su interior. En su flujo interminable de videos, el tiempo pierde su dirección y se convierte en una superficie plana, donde cada momento es una reiteración de la misma estética, del mismo simulacro. El fin del mundo no llega como un evento único, sino como una tendencia viral que se reproduce sin cesar, acompañada de música pegajosa y efectos visuales.

Quizás la verdadera tragedia de TikTok no sea cómo trivializa el colapso, sino cómo nos prepara para aceptarlo. Frente a la pantalla, con el dedo en el "scroll", nos convertimos en participantes de un ritual especulativo que celebra la estética de nuestra propia desaparición.


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