Al final nos convertimos
en extranjeros de otros mundos,
tu y tus ojos castaños,
tan brillantes como las farolas
bajo las que paseamos,
tu y tu sonrisa,
tu manía de mirarme de reojo
para acabar volviendo a tu mirada.

Madrid toma otro punto de vista,
donde correr no está prohibido,
donde podemos beber cerveza
sin escondernos,
bebernos, beberte,
mientras rompemos la noche,
mientras avanza la noche,
y te pierdes por una calle cualquiera
mientras no puedo hacer otra cosa
que perderme a mi mismo
en tu mirada.





Comentarios

Entradas populares