Manifiesto Gótico-Marxista
Un canto desde las ruinas del capital
En las sombras de las fábricas abandonadas, entre las ruinas de un mundo que colapsa bajo el peso de su propia codicia, emerge el espectro de un marxismo gótico. Es un marxismo que no solo analiza, sino que siente; no solo disecciona las estructuras del capital, sino que también escucha los susurros del pasado, los gritos de los trabajadores muertos en minas y talleres, las sombras de los mártires atrapadas en las paredes de una historia que parece repetirse como un eco sin fin.
El marxismo gótico ve el capitalismo no solo como una estructura económica, sino como una fuerza espectral, un vampiro devorador de vidas, un parásito que se alimenta de la energía vital de los cuerpos de los trabajadores. El capital, en esta visión, es una criatura inmortal que reanima el cadáver de la historia, que utiliza la sangre y el sudor de generaciones pasadas y presentes para prolongar su existencia, eternamente insaciable.
El capital como deidad profana
El capital no es solo un sistema; es un dios, un monstruo que crece alimentándose de la desesperación y el sufrimiento. En la tradición gótica, los antiguos dioses son siempre ambivalentes y oscuros, entidades que prometen prosperidad, pero a cambio de sacrificios atroces. Así es el capital: una entidad cuyo culto exige sacrificios humanos, donde los altares son fábricas y oficinas, y donde los sacrificios son las vidas de quienes lo sirven. Es una deidad oculta bajo el disfraz de progreso, una que exige productividad infinita mientras reduce a los trabajadores a sombras de sí mismos, desgastados, exprimidos, convertidos en espectros que deambulan en vida.
La máquina de los sueños robados
Cada proletario, cada ser humano atrapado en el engranaje del trabajo asalariado, se convierte en un alma errante, en un zombi deambulatorio, sin sueños propios, sus esperanzas expropiadas y comercializadas. En este sistema, los deseos humanos son reciclados y vendidos de vuelta como mercancías, como falsos espejismos de libertad. La máquina capitalista convierte la creatividad y los sueños en un producto manufacturado, en un simulacro despojado de autenticidad. Y así, los sueños mismos se convierten en algo espectral, fantasmas de lo que una vez fue libre, vagando sin rumbo en un mercado de ilusiones vacías.
La historia como cripta
Desde la perspectiva del marxismo gótico, la historia no es una línea progresiva hacia el futuro, sino una cripta llena de espectros, donde las luchas pasadas nunca desaparecen realmente, sino que permanecen latentes, esperando el momento de resurgir. Las huelgas, los levantamientos, las revoluciones, todos esos momentos de resistencia proletaria, son como fantasmas que nunca encuentran descanso. En cada fábrica cerrada, en cada calle donde una vez marcharon los trabajadores, en cada plaza donde resonaron gritos de libertad, algo permanece, algo que el capital no puede destruir completamente.
Las ideas y los gritos de los muertos y de los oprimidos se quedan, como sombras, como espectros latentes que acechan en el fondo de la conciencia colectiva. Estas memorias no son solo historia; son armas, son garras que rasgan el velo de la realidad, recordándonos que el capital ha sido retado antes, y que, pese a sus renovadas formas, sigue siendo vulnerable.
El
proletariado como fantasma
El trabajador, en la visión del marxismo gótico, se convierte en una figura espectral, condenado a vagar en la penumbra de una vida precaria, una existencia reducida a la lucha por sobrevivir. En este sistema, el proletariado es el fantasma que acecha a la burguesía, el recordatorio constante de que su riqueza está construida sobre una base inestable, sobre la explotación y la miseria. Pero también, el proletariado es el espectro vengador, el que puede derrumbar la mansión del capital en cualquier momento, el fantasma que, si despierta de su sueño impuesto, puede arrastrar a toda la estructura a la ruina.
Un llamado al despertar espectral
El marxismo gótico no llama a una revolución tradicional, sino a un despertar espectral, a una ruptura con la ilusión de que el capitalismo puede ser reformado o humanizado. Es un llamado a mirar a la cara a los fantasmas del pasado, a honrar a los muertos, y a entender que el capital, como un vampiro, solo puede ser derrotado si enfrentamos su naturaleza, si lo miramos como el monstruo que realmente es. No se trata solo de cambiar la economía, sino de exorcizar el sistema entero, de destruir al dios profano del capital y liberar las almas atrapadas en su red de opresión.
Hacia un Manifiesto de oscuridad y esperanza
El marxismo gótico nos invita a abrazar la oscuridad, no como resignación, sino como resistencia. Nos recuerda que los verdaderos cambios se gestan en las sombras, en los lugares olvidados por el capital, en las historias de lucha que la historia oficial ha intentado borrar. Este es un manifiesto que celebra la ira de los oprimidos, el recuerdo de los que ya no están, y que busca dar un paso hacia un futuro donde el capital sea un monstruo derrotado, y donde los fantasmas de los trabajadores caídos encuentren finalmente descanso en una realidad liberada.
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