Acelerando el Futuro en tiempos de COVID-19 (Parte 1º)



Empecé a escribir este texto a finales de marzo de 2020, justo al principio de la pandemia global de COVID-19 y de la cuarentena que nos ha mantenido en casa a todos. Han pasado los meses y los días, y seguimos en casa, pero el tiempo nos ha dado una mayor perspectiva de toda esta crisis sanitaria y económica, por lo que he decidido reescribir mucho contenido, y añadir otro tanto. Ahora que empezamos a ver la luz al final del túnel, considero que un análisis conciso aclarando ciertas teorías, e incluso “utopías”, podría ser interesante, desde una perspectiva Aceleracionista.


He escuchado mucho estos días la frase “El Realismo Capitalista está muriendo”, término acuñado por el escritor y filósofo Mark Fisher, y en la clave de que esta crisis está revelando las grietas y las contradicciones del sistema ultraliberal en el que vivimos. Este tipo de tragedias y eventos históricos siempre iluminan con potente luz esas grietas, pero señalarlas e intentar ampliarlas puede ser una parte importante del problema, si no vamos con cuidado.

En este sentido, el Realismo Capitalista lleva muriendo desde el colapso financiero de 2008 y su posterior crisis económica, y esa disminución de la fe en el sistema ultraliberal ha comenzado a dar algunos frutos ideológicos dentro de sectores de la izquierda (y de la derecha, si se me permite). Pero todavía hay un camino largo por recorrer. Señalar simplemente los fallos y las grietas del capitalismo no sirve de nada, a menos que se creen y se generen nuevas formas alternativas. ¿Se están dando? Veremos.

Con la paralización absoluta de los países, las cuarentenas por ley de los ciudadanos en sus casas, y los cierres parciales o totales de los sistemas de producción, mayoritariamente basados en el postfordismo, sino su totalidad, el sistema capitalista se ha detenido. Lo más interesante de todo, es que siempre se nos dijo que el sistema era una locomotora que no podía pararse de forma voluntaria, y aquí estamos, observando tamaña contradicción (otra cosa es la crisis económica que se generará después, pero luego hablaremos de ello). Tenemos también el caso de la sanidad pública, que durante tantos años ha sido descuartizada, abandonada, y suplantada por la sanidad privada, y ahora se revela como el muro de contención y de cuidados único contra la enfermedad, a pesar de sus empleados con sueldos ínfimos y demasiadas horas.

Esto quiere decir que, mientras aplaudes lo que parece ser la sentencia de muerte final del capitalismo clásico, el Realismo Capitalista (o Capitalismo Comunicativo) sigue cambiando a través de sus subterfugios, intentando adaptarse a las nuevas realidades y situaciones, mientras se acrecienta.


COVID-19, ¿el enemigo invisible?

Resulta cuanto menos curioso, el momento en el que nos golpea ésta pandemia. Desde hace ya casi 30 años, hemos visto, de forma exponencial, cómo hemos ido pasando de la vida “offline” al mundo global interconectado. La actividad humana ha pasado en muchos aspectos a prescindir del contacto “real” y “físico” para llevarlo a la dimensión conectiva. Como dice Franco Bifo Berardi:

las operaciones lingüísticas son mediadas por máquinas informáticas, y por lo tanto responden a formatos digitales, la actividad productiva es parcialmente mediada por automatismos, y las personas interactúan cada vez más densamente sin que sus cuerpos se encuentren. La existencia cotidiana de las poblaciones ha sido cada vez más concatenada por dispositivos electrónicos relacionados con enormes masas de datos”.

Mark Fisher matizó hace algunos años este argumento con mucho más detalle en su ensayo “Touchscreen Capture”, más relevante en nuestro momento actual de cuarentena, donde la importancia de las redes sociales ha crecido exponencialmente:

"El Realismo Capitalista comunicativo actúa como si la colectivización del deseo y los recursos ya hubiera sucedido. En realidad, los imperativos del capitalismo comunicativo obstruyen la posibilidad de la comunicación, al utilizar el ciberespacio existente para reforzar los modos actuales de subjetividad, desocialización y trabajo duro.”

Y en éste momento preciso, aparece un elemento externo, algo tan básico y primigenio como es un virus, para trastocar toda la civilización humana, y obligar a los gobiernos a tomar unas medidas que, viendo las transformaciones que hemos mencionado antes, no deberían de suponer tanto cambio. Dejemos que sea de nuevo Franco Berardi el que lo defina:

Ahora, he aquí que un agente biológico se introduce en el continuum social haciéndolo implosionar y obligándolo a la inactividad. La conjunción, cuya esfera se ha reducido en gran medida por las tecnologías conectivas, es la causa del contagio. Juntarse en el espacio físico se ha vuelto el peligro absoluto, que debe evitarse a toda costa. La conjunción debe ser activamente impedida.

No salir de casa, no ir a encontrarse con los amigos, mantener una distancia de dos metros, no tocar a nadie en la calle, son medidas que se convierten en necesarias, pero que cambian de golpe toda nuestra concepción social y nuestra rutina, rutina que ya se encargó en su momento el sistema en cambiar, a saber, realizar unas acciones diarias enfocadas a la productividad, y como premio, otras de contacto social. Para compensar. La realidad se ha roto, se ha rasgado por el virus, que enferma y mata, pero nos enfrenta contra la realidad construida, nos pone frente a lo que de verdad importa, en detrimento de lo que nos inoculó el sistema.

Es justo ahora, en este momento de crisis exponencial, en que tenemos que evitar a nuestro constructo relacional y social, a los que apreciamos, nos son queridos, nos son cercanos, cuando realmente experimentamos nuestra necesidad de estar unidos, la importancia que tienen para nosotros, e intentar mantener esa conexión latente, plenamente funcional, unida, a través de los instrumentos virtuales de los que podamos apropiarnos.


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