Acelerando el Futuro en tiempos de COVID-19 (Parte 2º)


Capitalismo y Coronavirus

Desde la creación del capitalismo hasta nuestros días, se le ha definido y calificado de múltiples maneras, incluyendo las despectivas, pero centrándonos solo en una de sus facetas, creo que casi todos estaríamos de acuerdo en su multiformidad amorfa, mutante, en el sentido de que el capitalismo tiene múltiples formas, y múltiples herramientas, como si de un organismo que va mutando se tratara. Muchas de ellas, empero, las va asimilando y fagocitando, integrándolas en su corpus casi infinito, algunas de ellas tomadas incluso de la izquierda y del propio anti-capitalismo, para así desarmarlas y desmontarlas. Le pasó a la revolución sexual de los sesenta, convertida por este monstruo en una moda comercial, le pasó a las revoluciones europeas como la de Mayo del 68, y más cercanos en el tiempo, el propio 15M español, las primaveras árabes, el ecologismo, y un largo etcétera. Todas estas anomalías acabaron entrando a formar parte del juego, con su componente contrario al sistema silenciado y anulado.

Poco a poco, vamos viendo que decir simplemente que el Realismo Capitalista está muriendo sin decir o plantear nada más es otra forma de impotencia reflexiva, mientras tanto, el sistema se sigue adaptando y se mantiene estable, como siempre lo ha hecho. El Realismo Capitalista está muriendo se convierte en el nuevo Realismo Capitalista en sí mismo. No está muriéndose, sino adaptándose a los nuevos tiempos, ya que seguimos bajo su influencia, y el sistema se atrinchera cada vez más.

Ahora mismo, la revolución social que podría suponer la parálisis del sistema capitalista y nuestra reorganización desde los hogares para soñar y crear sistemas más justos y más sociales, enfocados desde lo colectivo y los cuidados, por ejemplo, anteponiendo la vida humana a la economía, está siendo ya asaltado por el sistema: Subjetividad capturada, desocialización cibernética, trabajo duro desde casa, éstas son las cualidades que nos intentan colar como la vida perfecta de cuarentena, el héroe que llevamos todos dentro y que servirá para volver a la “nueva (sic) realidad”.

Cojamos Zoom, por ejemplo, la aplicación que por antonomasia está implantada en más cantidad de dispositivos durante esta cuarentena: ¿Cuáles son las implicaciones de que intentemos construir (o mantener) una socialidad a través de una aplicación diseñada realmente para las conferencias de trabajo? Sería una gran ironía que estas herramientas se reutilicen para el establecimiento de un nuevo colectivismo radicalmente opuesto al sistema actual, y en la actualidad, las conferencias telefónicas se están convirtiendo en la base de un nuevo tipo de conexión. En todo caso, socava los modos de conexión y comunicación afectivos en los que confiábamos antes de la COVID-19.

Tal vez deberíamos reflexionar sobre esa contradicción y sus implicaciones aceleradoras intrínsecas, cómo la intensificación de este sistema comunicativo creado y establecido con fines neoliberales y de trabajo está cambiando nuestra propia naturaleza, o cómo puede cambiarla, si la aprovechamos bien. La distancia corporal, que no social, puesto que la distancia social es la que nos diferencia entre clases, puede que incluso refuerce la intensidad de nuestro vínculo con los demás, explorando nuevas vías de conexión afectivas, incluso del tipo poshumanistas y prometéicas.


El “otro” virus

En España estamos viviendo una situación política extraña. Servimos de caldo de cultivo para experimentos políticos ultraliberales, y valga como muestra la radicalización de discursos y su inmersión absoluta en el populismo de arengas llenas de mentiras y bulos, con el único objetivo de posicionar a los ciudadanos a favor y en contra, no ya del gobierno, sino de la propia pandemia. De poco sirve los miles de muertos que hemos tenido en estos meses que aun así un porcentaje piensa que todo es un montaje. De poco sirve que los expertos virólogos y médicos construyan modelos teóricos de la evolución de la enfermedad, o la analicen para decirnos su comportamiento, que aun así otro porcentaje prefiere salir a la calle poniendo en riesgo su salud y la del resto de ciudadanos. Y ciertamente, esto se debe a que tenemos la oposición de derechas neoliberal más mezquina y rastrera de la historia de la democracia. Comparten y difunden ideas falsas que se comportan también como virus, infectando el pensamiento, tirando por tierra el esfuerzo que como pueblo y nación hemos realizado estos meses.

Una pandemia no es política. Una pandemia es supervivencia. No hay que sacrificar a nadie. El golpe ha sido tal, que ningún gobierno estaba preparado para lo que nos ha venido encima. En España, al contrario de el resto de naciones, hemos visto sin embargo, como la derecha politizaba desde el principio la enfermedad. Al principio lo hicimos mal porque no nos confinamos antes, ahora hay que levantar el confinamiento antes que nadie porque nos quitan la libertad. Aprovechan la desesperación del pueblo para esparcir sus ideas.

El por qué último es sencillo. La derecha ultraliberal está viendo como su sistema se desmorona, y tiene miedo. Miedo al futuro, miedo a avanzar. Como instrumento que es del Realismo Capitalista, teme perder el poder que el sistema postfordiano le otorgó hace treinta años, pero al ser instrumento, y por lo tanto, mero engranaje, la evolución del mismo sistema puede dejarlos atrás, puede avanzar y mutar abandonándolos a un lado, o peor aun, asimilándolos en pos de la propia perpetuación. La derecha ultraliberal debería de haberlo sabido cuando adoptó la bandera ultraliberal, precisamente. Éste momento podría llegar, y de nada sirve luchar contra ello, como hacen ahora, poniendo en marcha toda su maquinaria de discursos, mentiras y ataques. Para ellos, la caída será mucho más grande. Y por desgracia podemos ver cómo fantasmas del pasado se fortalecen, y las posiciones más radicales dentro del neofascismo pueden volver a tomar las riendas de una oposición peligrosa.

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